Guatepeor es una nación pequeña y pobre, perdida en el espesor
de la selva amazónica y olvidada de la mano de Dios. No ha ganado grandes
guerras ni ha creado obras monumentales, pero sus habitantes la amamos y
estamos orgullosos de su futuro y esperanzados por su pasado. Este es el motivo
de ser de esta historia, destinada a perpetuar tanto las hipotéticas hazañas de
nuestros patriotas como los pequeños logros cotidianos de nuestros ciudadanos.
Empezamos pues narrando la biografía de quien llegó por
primera vez a estas tierras cuando eran incultas y salvajes (ahora
siguen incultas, y en lugar de salvajes usamos el término “agrestes”, que atrae
más a los turistas): nuestro Descubridor y Fundador: Máximo Las
Puertas.
Las Puertas, noble español consagrado a la tarea de conocer
y educar a América, vivió intensa y apasionadamente, dejando su aguzada pluma
registro fiel de cuanto hacía y veía. Se conservan en el Museo Nacional de
Historias de Guatepeor su "Diario de Memorias y Recuerdos", y la
correspondencia que dirigiera durante varios años a su prometida Esperanza Piedras
en España. Nos basamos también en la obra de Modesto Salvatierra, "Algunos
apuntes sobre Guatepeor", (14 tomos, Editora Universitaria de Mandiguní),
y en la sección de “Históricas” del álbum de figuritas ColectiPum. Existen también las críticas
antipatrióticas de Julián de Montepío y otros revisionistas, pero son difíciles
de conseguir. Quien las quiera leer, puede ir preso y encontrarlas en la
biblioteca de la cárcel.
Las Puertas nació en un pueblecito de Castilla en 1546, hijo
de un zapatero con aspiraciones de noble. Tuvo una niñez feliz, pese a que su
familia soportó numerosas privaciones y el pequeño Máximo debió siempre
remendar zapatos, botas y chanclos a la par de su padre, a la vez que ayudar en
las tareas domésticas a su madre. Aún años más tarde, cuando ya era Fundador de
la Nación y
Conde de Guatepeor, solía interrumpir sus labores de Estado para reparar un
tacón o zurcir una puntera.
Parece ser que de niño Las Puertas era inquieto y travieso,
y más de una vez su padre debía castigarlo por dejar en el interior de los
zapatos que reparaba clavos destinados a herir el pie de un cliente antipático,
o por untar con brea el interior de la bota de una dama de copete. También
solía integrar bandas de pilletes que arrojaban fuegos de artificio al maestro
durante la clase, aflojaban las ruedas de las carretas durante la noche, o
soltaban ratones vivos en medio de la misa dominical.
Gracias a la preocupación de sus padres por su bienestar (el
de ellos), pudo Máximo Las Puertas viajar a Salamanca para cursar
algún estudio. Refiere Las Puertas en su diario que disfrutó mucho de su nueva
vida en la gran ciudad, e hizo muchas amistades entre sus compañeros de
estudios y las mozas del lugar. No dice mucho sin embargo de su desempeño
académico. Sin embargo, su conocimiento de la ciudad universitaria (y
sus tabernas y tugurios) le bastó para adjudicarse los
títulos de barbero, herborista, médico, astrólogo, profesor y erudito en
Historia, Religión y Literatura, profesiones todas que ejerció indistintamente
y con escasa fortuna.
Los retratos actuales del Padre de la Nación lo muestran a
caballo, con la espada en la diestra y varios rollos de diplomas de la Universidad en la
otra. Dentro de los huecos los pilletes suelen colocar basura.
Las Puertas se enamoró de Esperanza Piedras a los 22 años,
al conocerla en un baile organizado en casa de un ex-compañero de estudios. Esa
noche tuvo un breve diálogo con la muchacha, durante el cual le propuso
matrimonio. Al día siguiente pidió su mano al padre de Esperanza, obteniendo
una respuesta negativa, un reto a duelo, algunas costillas rotas y un baño con
un balde de desechos. Las virtudes del héroe revirtieron la oposición de la
familia al romance, y el padre decidió ayudarlo a hacer fortuna: le pagó el
viaje a América. Aunque sólo de ida, y en un
buque que amenazaba hundirse antes de zarpar. Las Puertas
trató de demorar la partida todo lo posible, pero finalmente la sed de aventura
y la escopeta de su futuro suegro lo empujaron a embarcarse en el bergantín
sobreviviente de muchas batallas "Mírame de Lejos" – con rumbo a
Bahía de San Salvador.
Muchos ajetreos, tifones, motines, hambrunas y mareos
después, pisó por primera vez tierra americana un 4 de mayo de 1571. Su plan
original era ofrecer su lealtad incondicional y exclusiva, y su fidelidad
honesta y eterna, al Gobernador General de Brasil, o al virrey del Perú, o al
de Nueva España, o México, o a los administradores de las colonias británicas,
holandesas o francesas, o a los piratas, o a los indios.
La llegada a América no fue promisoria para Las Puertas: al
desembarcar descubrió que en la premura por embarcar había extraviado las
cartas de recomendación para el Gobernador, que obtuviera por intermedio del
padre de Esperanza. Otro hombre de menor temple hubiera retornado a España,
pero nuestro Héroe Nacional y Fundador de la Patria se presentó igualmente al Gobernador y
alardeó de sus múltiples títulos universitarios. Fue admitido como Ayudante de
Ayudante de Ayudante en la cocina de la autoridad portuguesa.
En pocos años fue ascendido a Pelador de Papas. Lamentablemente
mientras desempeñaba sus tareas hirió accidentalmente con un cuchillo a un
cocinero, y mientras intentaba asistirlo volcó un caldero con agua hirviente,
quemando al Chef. Decenas de soldados enojados por haberse quedado sin
cocinero, sin chef y sin almuerzo, obligaron a Las Puertas a huir de las
posesiones portuguesas y ofrecer de urgencia sus servicios a los españoles, el
más cercano de los cuales se hallaba a 2500 km de allí. Paradójicamente, mientras hacía
apurado su equipaje Las Puertas halló las cartas de recomendación extraviadas,
al tiempo que el correo le traía las nuevas que había pedido que le manden.
Bajo el buen augurio de esta doble coincidencia, el Héroe Nacional emprendió
viaje al sur por la selva amazónica.
Las Puertas empezó a trabajar como médico en una casilla
semiderruída de los suburbios de Chuquisaca. Allí, si bien no ganó mucho dinero
con el ejercicio de su noble profesión, logró reunir algún capital mediante la
práctica de los juegos de dados y naipes en los que se había vuelto experto
durante su viaje a América.
Así pudo trasladarse más al centro de la ciudad y proveerse
de vestuario más adecuado a su posición. En poco tiempo hizo grandes progresos,
y comenzó a hacerse de clientela entre las familias más adineradas de la ciudad.
Una de ellas, los Peña Roca, le cobró afecto por su alegre carácter y buen
humor, y lo invitaba frecuentemente a sus fiestas y tertulias, a las que
concurría lo más selecto de la sociedad local.
Las Puertas estuvo en amores con la hija mayor de los Peña
Roca, e incluso hizo planes para casarse con la amable - aunque no muy bonita-
heredera de la fortuna familiar. El noviazgo trascurría apaciblemente, y se
efectuaban los preparativos para la inminente boda. Sin embargo, dos días antes
de la fecha prevista para la ceremonia, Las Puertas y una criada salieron a
tomar aire, se extraviaron en la selva, y nunca pudieron retornar a la ciudad.
Meses después la frustrada novia dio a luz a una niña que
llamó Amanda Ilegítima Peña Puertas. La familia y el ejército trataron de
seguir el rastro de Las Puertas, tarea en la que colaboraron varios de los
acreedores de éste, pero sin éxito.
En paralelo con su noviazgo con Esperanza y la
Peña Roca , y su amistad (luego matrimonio)
con la criada, de nombre Edelmira, Las Puertas mantuvo noviazgos y casamientos
con varias mujeres indígenas. Según la corriente revisionista que opine sobre
el tema, el Héroe buscaba robustecer los vínculos culturales nacionales,
afincarse en América o aprender dialectos indígenas, favorecido por la
poligamia obligatoria para los indios guatepeoreños. Las Puertas siempre dijo
que estas uniones eran simbólicas y espirituales, y que los numerosos niños de
ellas originados habían sido traídos espontáneamente por cigüeñas o encontrados
en el interior de repollos. (Montepío y la miserable corriente política anti-puertina aducen que en América
no hay cigüeñas, y que a Las Puertas no le gustaba el repollo, pero la Ley Patriótica de 1944
dictamina que sí hay cigüeñas, y que a Las Puertas sí le gustaba el repollo).
Incontables alumnos de Biología
y de Historia Puertina fueron reprobados en los exámenes cada vez que los
profesores les preguntaban sobre cómo nacen los niños, sobre el hábitat de las cigüeñas
o sobre la descendencia de Las Puertas.
Ningún hijo le reclamó nada mientras fue pobre (o
sea siempre). Sin embargo, cuando el destino lo transformó en
Héroe póstumo, muchos supuestos herederos entablaron juicio contra el Estado
Guatepeoreño, reclamando la totalidad del territorio nacional y aún países
vecinos como su herencia. Este reclamo, pese a ser exagerado y dudoso, aún hoy
sigue generando expedientes que dan vueltas por los tribunales guatepeoreños y
situaciones bélicas con Perú, Brasil y otros países cercanos. Cada tanto algún
juez dictamina que el país pertenece a algún tataranieto litigante, lo cual nos
suspende la afiliación a las Naciones Unidas, la OEA, el FMI y la FIFA. Nuestro cuerpo
diplomático debe esforzarse para volver a insertar a nuestro país en el mundo,
o al menos en América, o al menos en el fútbol internacional. También se nos
embargan la flota aérea y mercante. (que fue grave en la época en
que teníamos aviones o barcos) y las embajadas
(que nunca tuvimos).
Cuando las papas queman, el país niega ser país, y se redefine
como Estado, Provincia, Agrupación Folklórica, Club de Fútbol u Orquesta de
Tango. O si no, se disuelve y se refunda, a menudo con un nombre, bandera y
mapa alternativo. La capital y las ciudades se trasladan a toda prisa, generando
a veces divertidas paradojas, como que Cenagales se ubica en un desierto, el
Río Mandiguní está seco y el Monte Notefíes se ubica en una planicie.
Incontables alumnos de Geografía
fueron reprobados en los exámenes cada vez que los profesores les tomaban
examen sobre Límites y Fronteras Guatepeoreñas.
Los mapas a veces nos ubican en Sudamérica, en Centroamérica
o el Caribe, los cual nos facilita hacer borrón y cuenta nueva con la deuda
externa. Y como el país tiene un déficit monstruoso y eterno, resulta no
hay mal que por bien no venga…
Que
nos digan “País Portátil” es, sin embargo, una exageración…
Volviendo a Las Puertas, el Héroe Nacional y su ahora esposa
Edelmira, se establecieron en una localidad rural al sur de Potosí, donde él
trabajó como veterinario a sueldo de la familia Ochoa,
propietaria de una primitiva fábrica de conservas de pescado. En lo que algunos
interpretan como anticipación del uso del botox con fines estéticos, Las
Puertas produjo (involuntariamente) muchas conservas con toxina botulínica.
Pero el ingrato Ramón Ochoa discutió con Las Puertas, lo
cual derivó pronto en un duelo criollo entre ambos. Testigos del mismo fueron
varios peones de la chacra, quienes intervinieron sólo cuando ambos
contendientes quedaron tendidos y exhaustos. Los peones atendieron a Ochoa,
lastimado al caerse del caballo, y a Las Puertas, descompuesto por la visión de
la sangre. Mientras Ochoa era llevado en carro a la chacra, los peones
enseñaron a Las Puertas a montar a caballo y lo instigaron a escapar.
Las Puertas recogió a Edelmira y ambos se escondieron en el
monte unos días, para emprender luego un largo viaje por la selva. Tardaron más
de un año en llegar a la ciudad de Lima, durante el cual Las Puertas aprendió a
tocar la armónica, observó los pájaros de la zona y escribió ensayos y poesías.
Mientras tanto, Edelmira atendía el hogar, criaba a los hijos y trabajaba en
varios oficios, a la vez que aprendió a cazar, a pescar en los arroyos, a
comerciar con indios y mercaderes blancos, y a recoger hierbas medicinales y
hongos poco venenosos. Antes de llegar a Potosí, Edelmira estaba convertida en
una hábil comerciante, cambista y falsificadora de moneda. Las Puertas, que
había descripto algunas posibles nuevas especies de aves, estaba orgulloso de
su discípula, y vivieron felices algunos meses. Sin embargo, Edelmira había
crecido y aspiraba a más. Una noche conoció a Jeremías, un anciano pordiosero
paralítico y demente, prófugo de la justicia española, decidió formar pareja
con él y abandonó a Las Puertas a su destino.
Las Puertas fue desalojado de la ruina donde vivía y pronto
debió partir de Lima, que ya le desagradaba por su clima muy seco y sus múltiples
acreedores. Emprendió camino al Norte, llevando sólo su colección de hierbas y
hongos. Tenía 55 años y el retorno a España parecía cada vez más lejano.
No voy a decir nada porque me van a decir antipatriota
y eso, pero Edelmira pintaba mejor que Máximo para Fundador de Guatepeor, Héroe
Nacional y Padre de la Patria. O
Madre de la Matria,
qué tanto.
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