domingo, 27 de septiembre de 2015

Capítulo 1: El Héroe Nacional Máximo Las Puertas (1546-1601)


Guatepeor es una nación pequeña y pobre, perdida en el espesor de la selva amazónica y olvidada de la mano de Dios. No ha ganado grandes guerras ni ha creado obras monumentales, pero sus habitantes la amamos y estamos orgullosos de su futuro y esperanzados por su pasado. Este es el motivo de ser de esta historia, destinada a perpetuar tanto las hipotéticas hazañas de nuestros patriotas como los pequeños logros cotidianos de nuestros ciudadanos.

Empezamos pues narrando la biografía de quien llegó por primera vez a estas tierras cuando eran incultas y salvajes (ahora siguen incultas, y en lugar de salvajes usamos el término “agrestes”, que atrae más a los turistas): nuestro Descubridor y Fundador: Máximo Las Puertas.

Las Puertas, noble español consagrado a la tarea de conocer y educar a América, vivió intensa y apasionadamente, dejando su aguzada pluma registro fiel de cuanto hacía y veía. Se conservan en el Museo Nacional de Historias de Guatepeor su "Diario de Memorias y Recuerdos", y la correspondencia que dirigiera durante varios años a su prometida Esperanza Piedras en España. Nos basamos también en la obra de Modesto Salvatierra, "Algunos apuntes sobre Guatepeor", (14 tomos, Editora Universitaria de Mandiguní), y en la sección de “Históricas” del álbum de figuritas ColectiPum. Existen también las críticas antipatrióticas de Julián de Montepío y otros revisionistas, pero son difíciles de conseguir. Quien las quiera leer, puede ir preso y encontrarlas en la biblioteca de la cárcel.

Las Puertas nació en un pueblecito de Castilla en 1546, hijo de un zapatero con aspiraciones de noble. Tuvo una niñez feliz, pese a que su familia soportó numerosas privaciones y el pequeño Máximo debió siempre remendar zapatos, botas y chanclos a la par de su padre, a la vez que ayudar en las tareas domésticas a su madre. Aún años más tarde, cuando ya era Fundador de la Nación y Conde de Guatepeor, solía interrumpir sus labores de Estado para reparar un tacón o zurcir una puntera.

Parece ser que de niño Las Puertas era inquieto y travieso, y más de una vez su padre debía castigarlo por dejar en el interior de los zapatos que reparaba clavos destinados a herir el pie de un cliente antipático, o por untar con brea el interior de la bota de una dama de copete. También solía integrar bandas de pilletes que arrojaban fuegos de artificio al maestro durante la clase, aflojaban las ruedas de las carretas durante la noche, o soltaban ratones vivos en medio de la misa dominical.

Gracias a la preocupación de sus padres por su bienestar (el de ellos), pudo Máximo Las Puertas viajar a Salamanca para cursar algún estudio. Refiere Las Puertas en su diario que disfrutó mucho de su nueva vida en la gran ciudad, e hizo muchas amistades entre sus compañeros de estudios y las mozas del lugar. No dice mucho sin embargo de su desempeño académico. Sin embargo, su conocimiento de la ciudad universitaria (y sus tabernas y tugurios) le bastó para adjudicarse los títulos de barbero, herborista, médico, astrólogo, profesor y erudito en Historia, Religión y Literatura, profesiones todas que ejerció indistintamente y con escasa fortuna.

Los retratos actuales del Padre de la Nación lo muestran a caballo, con la espada en la diestra y varios rollos de diplomas de la Universidad en la otra. Dentro de los huecos los pilletes suelen colocar basura. 

Las Puertas se enamoró de Esperanza Piedras a los 22 años, al conocerla en un baile organizado en casa de un ex-compañero de estudios. Esa noche tuvo un breve diálogo con la muchacha, durante el cual le propuso matrimonio. Al día siguiente pidió su mano al padre de Esperanza, obteniendo una respuesta negativa, un reto a duelo, algunas costillas rotas y un baño con un balde de desechos. Las virtudes del héroe revirtieron la oposición de la familia al romance, y el padre decidió ayudarlo a hacer fortuna: le pagó el viaje a América. Aunque sólo de ida, y en un buque que amenazaba hundirse antes de zarpar. Las Puertas trató de demorar la partida todo lo posible, pero finalmente la sed de aventura y la escopeta de su futuro suegro lo empujaron a embarcarse en el bergantín sobreviviente de muchas batallas "Mírame de Lejos" – con rumbo a Bahía de San Salvador.

Muchos ajetreos, tifones, motines, hambrunas y mareos después, pisó por primera vez tierra americana un 4 de mayo de 1571. Su plan original era ofrecer su lealtad incondicional y exclusiva, y su fidelidad honesta y eterna, al Gobernador General de Brasil, o al virrey del Perú, o al de Nueva España, o México, o a los administradores de las colonias británicas, holandesas o francesas, o a los piratas, o a los indios.

La llegada a América no fue promisoria para Las Puertas: al desembarcar descubrió que en la premura por embarcar había extraviado las cartas de recomendación para el Gobernador, que obtuviera por intermedio del padre de Esperanza. Otro hombre de menor temple hubiera retornado a España, pero nuestro Héroe Nacional y Fundador de la Patria se presentó igualmente al Gobernador y alardeó de sus múltiples títulos universitarios. Fue admitido como Ayudante de Ayudante de Ayudante en la cocina de la autoridad portuguesa.

En pocos años fue ascendido a Pelador de Papas. Lamentablemente mientras desempeñaba sus tareas hirió accidentalmente con un cuchillo a un cocinero, y mientras intentaba asistirlo volcó un caldero con agua hirviente, quemando al Chef. Decenas de soldados enojados por haberse quedado sin cocinero, sin chef y sin almuerzo, obligaron a Las Puertas a huir de las posesiones portuguesas y ofrecer de urgencia sus servicios a los españoles, el más cercano de los cuales se hallaba a 2500 km de allí. Paradójicamente, mientras hacía apurado su equipaje Las Puertas halló las cartas de recomendación extraviadas, al tiempo que el correo le traía las nuevas que había pedido que le manden. Bajo el buen augurio de esta doble coincidencia, el Héroe Nacional emprendió viaje al sur por la selva amazónica. 

Las Puertas empezó a trabajar como médico en una casilla semiderruída de los suburbios de Chuquisaca. Allí, si bien no ganó mucho dinero con el ejercicio de su noble profesión, logró reunir algún capital mediante la práctica de los juegos de dados y naipes en los que se había vuelto experto durante su viaje a América.

Así pudo trasladarse más al centro de la ciudad y proveerse de vestuario más adecuado a su posición. En poco tiempo hizo grandes progresos, y comenzó a hacerse de clientela entre las familias más adineradas de la ciudad. Una de ellas, los Peña Roca, le cobró afecto por su alegre carácter y buen humor, y lo invitaba frecuentemente a sus fiestas y tertulias, a las que concurría lo más selecto de la sociedad local.

Las Puertas estuvo en amores con la hija mayor de los Peña Roca, e incluso hizo planes para casarse con la amable - aunque no muy bonita- heredera de la fortuna familiar. El noviazgo trascurría apaciblemente, y se efectuaban los preparativos para la inminente boda. Sin embargo, dos días antes de la fecha prevista para la ceremonia, Las Puertas y una criada salieron a tomar aire, se extraviaron en la selva, y nunca pudieron retornar a la ciudad.

Meses después la frustrada novia dio a luz a una niña que llamó Amanda Ilegítima Peña Puertas. La familia y el ejército trataron de seguir el rastro de Las Puertas, tarea en la que colaboraron varios de los acreedores de éste, pero sin éxito.

En paralelo con su noviazgo con Esperanza y la Peña Roca , y su amistad (luego matrimonio) con la criada, de nombre Edelmira, Las Puertas mantuvo noviazgos y casamientos con varias mujeres indígenas. Según la corriente revisionista que opine sobre el tema, el Héroe buscaba robustecer los vínculos culturales nacionales, afincarse en América o aprender dialectos indígenas, favorecido por la poligamia obligatoria para los indios guatepeoreños. Las Puertas siempre dijo que estas uniones eran simbólicas y espirituales, y que los numerosos niños de ellas originados habían sido traídos espontáneamente por cigüeñas o encontrados en el interior de repollos. (Montepío y la miserable corriente política anti-puertina aducen que en América no hay cigüeñas, y que a Las Puertas no le gustaba el repollo, pero la Ley Patriótica de 1944 dictamina que sí hay cigüeñas, y que a Las Puertas sí le gustaba el repollo).

Incontables alumnos de Biología y de Historia Puertina fueron reprobados en los exámenes cada vez que los profesores les preguntaban sobre cómo nacen los niños, sobre el hábitat de las cigüeñas o sobre la descendencia de Las Puertas.

Ningún hijo le reclamó nada mientras fue pobre (o sea siempre). Sin embargo, cuando el destino lo transformó en Héroe póstumo, muchos supuestos herederos entablaron juicio contra el Estado Guatepeoreño, reclamando la totalidad del territorio nacional y aún países vecinos como su herencia. Este reclamo, pese a ser exagerado y dudoso, aún hoy sigue generando expedientes que dan vueltas por los tribunales guatepeoreños y situaciones bélicas con Perú, Brasil y otros países cercanos. Cada tanto algún juez dictamina que el país pertenece a algún tataranieto litigante, lo cual nos suspende la afiliación a las Naciones Unidas, la OEA, el FMI y la FIFA. Nuestro cuerpo diplomático debe esforzarse para volver a insertar a nuestro país en el mundo, o al menos en América, o al menos en el fútbol internacional. También se nos embargan la flota aérea y mercante. (que fue grave en la época en que teníamos aviones o barcos) y las embajadas (que nunca tuvimos).

Cuando las papas queman, el país niega ser país, y se redefine como Estado, Provincia, Agrupación Folklórica, Club de Fútbol u Orquesta de Tango. O si no, se disuelve y se refunda, a menudo con un nombre, bandera y mapa alternativo. La capital y las ciudades se trasladan a toda prisa, generando a veces divertidas paradojas, como que Cenagales se ubica en un desierto, el Río Mandiguní está seco y el Monte Notefíes se ubica en una planicie.

Incontables alumnos de Geografía fueron reprobados en los exámenes cada vez que los profesores les tomaban examen sobre Límites y Fronteras Guatepeoreñas.

Los mapas a veces nos ubican en Sudamérica, en Centroamérica o el Caribe, los cual nos facilita hacer borrón y cuenta nueva con la deuda externa. Y como el país tiene un déficit monstruoso y eterno, resulta no hay mal que por bien no venga…

Que nos digan “País Portátil” es, sin embargo, una exageración…

Volviendo a Las Puertas, el Héroe Nacional y su ahora esposa Edelmira, se establecieron en una localidad rural al sur de Potosí, donde él trabajó como veterinario a sueldo de la familia Ochoa, propietaria de una primitiva fábrica de conservas de pescado. En lo que algunos interpretan como anticipación del uso del botox con fines estéticos, Las Puertas produjo (involuntariamente) muchas conservas con toxina botulínica.

Pero el ingrato Ramón Ochoa discutió con Las Puertas, lo cual derivó pronto en un duelo criollo entre ambos. Testigos del mismo fueron varios peones de la chacra, quienes intervinieron sólo cuando ambos contendientes quedaron tendidos y exhaustos. Los peones atendieron a Ochoa, lastimado al caerse del caballo, y a Las Puertas, descompuesto por la visión de la sangre. Mientras Ochoa era llevado en carro a la chacra, los peones enseñaron a Las Puertas a montar a caballo y lo instigaron a escapar.

Las Puertas recogió a Edelmira y ambos se escondieron en el monte unos días, para emprender luego un largo viaje por la selva. Tardaron más de un año en llegar a la ciudad de Lima, durante el cual Las Puertas aprendió a tocar la armónica, observó los pájaros de la zona y escribió ensayos y poesías. Mientras tanto, Edelmira atendía el hogar, criaba a los hijos y trabajaba en varios oficios, a la vez que aprendió a cazar, a pescar en los arroyos, a comerciar con indios y mercaderes blancos, y a recoger hierbas medicinales y hongos poco venenosos. Antes de llegar a Potosí, Edelmira estaba convertida en una hábil comerciante, cambista y falsificadora de moneda. Las Puertas, que había descripto algunas posibles nuevas especies de aves, estaba orgulloso de su discípula, y vivieron felices algunos meses. Sin embargo, Edelmira había crecido y aspiraba a más. Una noche conoció a Jeremías, un anciano pordiosero paralítico y demente, prófugo de la justicia española, decidió formar pareja con él y abandonó a Las Puertas a su destino.

Las Puertas fue desalojado de la ruina donde vivía y pronto debió partir de Lima, que ya le desagradaba por su clima muy seco y sus múltiples acreedores. Emprendió camino al Norte, llevando sólo su colección de hierbas y hongos. Tenía 55 años y el retorno a España parecía cada vez más lejano.

No voy a decir nada porque me van a decir antipatriota y eso, pero Edelmira pintaba mejor que Máximo para Fundador de Guatepeor, Héroe Nacional y Padre de la Patria. O Madre de la Matria, qué tanto.

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