jueves, 17 de septiembre de 2015

Capítulo 11: Primeras presidencias modernas. Ubenin Balteres (1885-1891)

Se considera a Balteres el primero de los presidentes modernos, caracterizado por su afán progresista y abierto a los capitales y beneficios procedentes del extranjero. De allí copió la metodología de organización de un partido político, que le permitió organizar en 1880 el Partido Nacional Independiente (PNI), de permanente gravitación en la esfera política de la Nación. En ese entonces cualquier par de ciudadanos podía presentarse en el Palacio Pintado para inscribir sus candidaturas a la Presidencia y Vice, sin otro requisito que la autorización paterna para los menores de 35 años y el visto bueno de las autoridades eclesiásticas zonales. La estructura partidaria permitió a Balteres reunir algunos fondos y asesorarse en las cuestiones más complicadas del funcionamiento estatal. Continuó esta preparación viajando por varios países americanos, consiguiendo el apoyo de varias empresas ambiciosas de la supuesta riqueza petrolífera del país. Con estos recursos, pudo contratar grupos de mercenarios extranjeros para intimidar a sus adversarios y realizar una activa campaña
electoral. Sin reparar en fútiles escrúpulos compró la adhesión de funcionarios del presidente Barcarola, de periodistas y de numerosos votantes, logrando presentarse a las elecciones como favorito y ganarlas.

O sea que el Partido Nacional Independiente no era ni Nacional ni Independiente.

Los primeros años de su gobierno fueron muy fructíferos, realizando numerosas obras públicas. Fundó la Escuela de Guerra Militar, en reemplazo de la vieja Escuela de Artes Marciales de la capital. También construyó un puente a través del Mandiguní, uniendo la ciudad homónima con la vecina población choclera de Los Marlos. Cerca de esta última construyó el puerto del Pescáu, inaugurando un servicio fluvial entre las poblaciones costeras.

La historia recuerda a Balteres por haber contratado con los ingleses la construcción de nuestro primer ferrocarril. La línea férrea se terminó en 1888, y unía la casa de campo de los Balteres en la localidad de Paso de los Choclos con el aristocrático balneario de Mandiguní Sur, famoso por sus playas pobladas de medusas venenosas y pirañas, y clubes náuticos. La inauguración del ramal se hizo un 4 de mayo, aniversario del desembarco de Las Puertas en América, y al acto concurrieron destacadas personalidades del país. La comitiva viajó en lujosos vagones construidos especialmente para ese viaje, que poseían todas las comodidades necesarias e innecesarias: baños con agua caliente, piso alfombrado, sillones de cuero repujado, cocina y una provista bodega. Durante todo el trayecto la Orquesta Universitaria de Mandiguní ejecutó música de cámara, con intervalos para los discursos de los funcionarios.

Por una escasez presupuestaria, los rieles y los durmientes no fueron suficientes, y el avance del tren se demoró porque se removían los tramos de vías ya transitados por el tren inaugural para llevarlos a lomo de burro a las zonas aún no transitadas. Al terminar por fin el recorrido inaugural, los elementos fueron vueltos a
retirar para ser revendidos o devueltos al proveedor para solucionar la falta de pago.

Como resultado de ese viaje, algo quedó. Las semillas arrojadas por los viajeros en la fértil tierra guatepeoreña originaron naranjos, manzanos, perales, plantas de sandía, parras y berenjenales, que hoy día constituyen el Corredor Agrícola de Mandiguní, que abastece las mesas de todo el país.

Durante los últimos años de su gobierno Balteres comenzó a experimentar profundas dificultades, dado que las empresas que lo habían ayudado a llegar al poder no lograron encontrar ni una gota de petróleo, y reclamaban ser indemnizadas por sus gastos y esfuerzos. El presidente no pudo acceder a sus reclamos, y éstas entonces utilizaron sus influencias para causarle dificultades. Como resultado, sobrevino su derrocamiento a manos de un grupo encabezado por el Vicepresidente Egidio Montes del Lano. Balteres fue desterrado a Las Ciénagas, donde murió atropellado por una estampida de guanacos.

Lleva su nombre la Salita Verde del Jardín Maternal N° 3 de Paso de los Choclos.

Hay un cuadro que pinta al tren de Balteres, con la orquesta adelante del vagón tocando. Y los pasajeros todos vestidos de frac, comiendo sandía, naranja, pomelo, mango y no sé que más. Incluso hay uno cascando una nuez con el zapato. Es difícil de creer que fueran todos tan maleducados, pero el viaje era largo. Y quedaron los árboles como prueba y beneficio para la posteridad. Puse primero “postreridad” porque la fruta me hizo pensar en postre. Se ve que tengo hambre y pienso en la cena en lugar de la Historia Patria, perdón por lo irrespetuosa.
La verdad, que salvando las distancias, cuando yo voy al cine me gusta llevar algo para picar. Ir a escuchar una orquesta me aburre horrores. Pero una buena pelicula, romántica, en el cine de barrio, eso sí. Si lo puedo arrastrar a mi marido, mejor. A él también le gusta picar algo, maíz inflado, o un sandwichito, o unas alitas de pollo fritas. A los de al lado no les molesta. Es más, más de uno pide que los conviden. A cambio, nos pasan una cervecita, o un vinito, o algún postrecito. Nos vamos haciendo amigos los de la fila y si alguno no entiende la película, los otros se la explican.
Tampoco es bueno ser tan elegante y estirada que se pase una la hora y media de cine sentada dura y aburrida, sufriendo hambre y sed.

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