sábado, 26 de septiembre de 2015

Capítulo 2: Los Indios de Guatepeor



Los indios que habitaban el actual territorio Guatepeoreño en la época de la colonización europea eran los mandiguníes y guatepeoreños, pertenecientes al mismo grupo étnico-lingüístico. Vivían en pequeños grupos tribales autónomos y dispersos, que mantenían entre sí contactos mercantiles o bélicos, según las circunstancias.

Desde el punto de vista etnológico y lingüístico estos indios se asemejaban a los guaraníes, con influencia inca, maya, comanche y esquimal. Su noble y olvidada lengua perdura en nuestros nombres geográficos, de flora y fauna, y en los refranes e interjecciones que enriquecen nuestra lengua, aunque su significado se ignore por completo.

Los indios se dedicaban al cultivo de la coca y los hongos alucinógenos. Conocían actividades tales como la caza, la pesca, la recolección de frutos, la alfarería y el curtido de pieles, aunque las dejaban para otras tribus, y preferían comprar lo necesario pagando con coca y hongos.

Es erróneo decir que los indios eran un grupo de narcotraficantes drogadictos, porque esos términos aún no se habían inventado.

Los indios vivían en grupos pequeños nómades, o grupos más grandes que se establecían en la cercanía de ríos, estanques, aguadas o canillas.

El eje de la vida social de la comunidad eran las fiestas rituales, que tenían lugar durante tres meses, y varias veces al año, o una sola vez al año, durante 12 meses. Las celebraciones incluían danzas, canciones, juegos deportivos y promiscuas relaciones sexuales. Todo era acompañado por comida, jugos de frutas tropicales fermentadas (léase alcohol) en abundancia, y los elixires de coca y hongos alucinógenos que la ubérrima tierra Guatepeoreña hace crecer en su seno para solaz de sus naturales.

Los indios no tenían autoridad judicial ni política, sólo un Maestro de Ceremonias que ordenaba a los bailarines durante las celebraciones. Cuando se generaba alguna disputa todos los miembros de la tribu o extranjeros de paso tenían derecho a opinar. Luego de establecerse las opciones, los bandos que defendían una u otra opinión se enfrentaban en una batalla campal, hasta que el bando perdidoso abandonaba el improvisado juzgado y la decisión ya no era puesta en tela de juicio por nadie. Este primitivo sistema de administrar justicia era bastante eficaz, si se descarta el saldo necesario de muertos, heridos y contusos y aún se practica en pueblos apartados, capitales provinciales y la mayoría del territorio habitado.

El juego de fútbol-cabeza era una alternativa a las batallas justicieras. Se elegía un culpable, se le cortaba la cabeza, y con ella se disputaba un juego similar al fútbol. Si ganaba el bando acusador, quedaba justificada la decapitación. Si perdía, se brindaba en honor del decapitado inocente y se recordaban sus logros y méritos. Era algo salvaje, pero había un muerto previsible, en lugar de muchos imprevisibles. Cuando empezaron a conocerse las pelotas de goma, vejiga de cerdo o cuero, fueron desplazando a las cabezas. Pero todos coincidían en que la justicia ya no era tan entretenida.

Inexplicablemente, la sociedad indígena no tenía patrones fijos de organización familiar. Coexistían el matriarcado y el patriarcado, se aceptaba la poligamia y poliandria, y los hijos podían ser criados por los padres, los parientes o amigos, o el primero que pasaba. Quienes eran demasiado vagos para tener casa propia vivían bajo los árboles. Cierto es que no se conoce ninguna casa indígena, ni la conoció ninguno de los cronistas conocidos. Una supuesta casa indígena estuvo muchos años en el Museo Nacional de Historias. (pero los arqueólogos luego descubrieron que se trataba de una caparazón de gliptodonte).

Constituye un enigma para los antropólogos la ausencia de tabúes, prohibiciones y de división del trabajo, así como de religión. Los indios tampoco realizaban ceremonias fúnebres, a juzgar por la ausencia total de tumbas o cementerios. Los muertos eran canibalizados y los bocados menos apetitosos, arrojados a las fieras.

Los estudiosos y expertos guatepeoreños coinciden en atribuir la pobreza en patrones sociales, políticos y religiosos de los indios a su estado de primitivismo y de miseria económica, amén de a una natural depravación moral. Esto explica las dificultades que hallaron los primeros conquistadores para hacer comprender a los indios los conceptos de Dios, Religión, Creación, Juicio Final y Vida Ultraterrena. Los indios se mostraban escépticos, y se bien recibían amablemente a los educadores y clérigos, no prestaban atención a su piadoso mensaje y no accedían a cubrir su desnudez en frente de ellos. Y lo que era más grave, se los comían.

Hasta hoy los indios y sus descendientes tratan de justificar la Creación del Universo y del Hombre y los fenómenos naturales con explicaciones propias poco coherentes, y tienden a tratar de ganar todas las discusiones a los golpes, garrotazos y en los casos más severos, cañonazos.

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