Volviendo a Las Puertas y su llegada al territorio de los indios guatepeoreños. Extraemos este pasaje de sus memorias:
"1 de marzo: Después de haber caminado
toda la tarde a través de la selva, me he dado cuenta de que estaba perdido. En
el hermoso cielo estrellado he reconocido constelaciones y he pedido deseos a
las estrellas fugaces, pero admito que me sería de utilidad reconocer la tan
mentada cruz del sur, para orientarme y hallar mi camino. Descubrí que los
árboles no me sirven para orientarme, dado que son todos iguales. Y peor aún,
de noche.
¡Cuánto quisiera
hallarme de regreso en España en los brazos de mi amada!
¡Que dura e imprevista
la vida del conquistador errante!
¡Que desolación en la
selva y el alma!
¡Cuántos mosquitos!
4 de marzo: Después de pasar mi primera noche
perdido en la selva, me desperté rodeado de un grupo de extraños salvajes que
me aguzaban con sus lanzas. Pese a mi oposición revisaron mi bolsa de viaje y
se la quedaron. Uno de ellos dio vueltas con curiosidad a la damajuana con el
aguardiente medicinal que alivia mis dolencias, y decidí tratar de ganarme su
amistad, ofreciéndole la bebida. El salvaje bebió unos sorbos y sin pedirme
permiso, pasó la damajuana a sus amigos. Todos bebieron con extrañeza primero,
con alegría después. Sintiéndome más relajado decidí fumar una pipa, y cuando
hice fuego con el yesquero que saqué del bolsillo se sorprendieron y alegraron
más aún que con el aguardiente. Después de beber y fumar intentaron de nuevo
conducirme al campamento, pero estábamos tan borrachos que no nos sosteníamos
en pie. Nos hicimos grandes amigos, y comimos extrañas frutas y hongos que
traían consigo. Después de comer, los indios se amontonaron para dormir la
mona. Antes de volver a dormirme bajo los efectos del alcohol alcancé a
lamentarme por la excelente oportunidad que perdía para huir de mis captores.
5 de marzo: Cuando
despertamos emprendimos la marcha hacia el poblado indígena. Es un claro en el
bosque con pertenencias dispersas: huesos que se usan para la sopa, pieles con
las que se tapan de noche, ramas que usan para los fuegos. Estaban asando
animales para el almuerzo, y un indio cocinero, más sucio y pintarrajeado que
los demás y bastante antipático insistía en agregarme al menú. Admito que lloré
y temblé como un niño. Pero los que me habían capturado intercedieron por mí, y
tuve oportunidad de enseñarle al cocinero el uso de las pocas cosas que traía
conmigo: mi excelente navaja, mi pipa y yesquero y mi pistolón. Casi echo todo
a perder cuando mostrando el uso de éste último, el arma se disparó
accidentalmente, hiriendo a uno de los ancianos de la tribu. Pero la ira del
cocinero-jefe se disipó cuando le dí a beber el resto de aguardiente que traía,
que lo puso de buen talante. Escribo estas líneas bajo su árbol, donde me
invitó a dormir, y si bien no estoy demasiado tranquilo con respecto a mi
futuro, creo que estoy más seguro que en la selva. Espero mañana poder
despedirme de los indios y volver a la civilización. Quisiera apurarme para
poder pasar la Navidad
en Castilla."
"6 de marzo:
Cuando el jefe se durmió, bastante borracho, hice amistad con sus esposas. Cuando
quise vestirme vi que el jefe, en lugar de enojarse, se había puesto mis ropas.
En lugar de una piel de mono al cuello, prenda única de todos los indios,
llevaba pantalones de algodón, chaqueta de cuero y sombrero con pluma. Se
pavonea por todo el poblado como un niño con un juguete nuevo. En vista de mi
nueva amistad con el jefe decidí quedarme unos días aquí para reponerme y
equiparme para el viaje."
Las Puertas no se quedó unos días en el poblado de los
indios, sino el resto de su vida. Aprendió que la tribu pertenecía a una raza
llamada guatepeoreños, que estaban en guerra con todas las tribus vecinas, y
que habían contactado con muy pocos españoles, a quienes habían apreciado
muchísimo tanto a la cacerola como asados.
Para los indios guatepeoreños la
palabra "Guatepeor" significa "hombre derecho", y
"mandiguní" significa "hediondo". Para los mandiguníes,
viceversa.
En pocos años de vivir con los indios Las Puertas tomó dos
indias por esposas y aprendió unas cuantas maldiciones en su enrevesado
dialecto. Entretanto, los indios aprendieron el español y el portugués, y lo
poco que Las Puertas sabía de cultura española, artes y ciencias.
Terminado el aprendizaje, el Héroe Nacional fue intimado a
trabajar. La primera propuesta fue que participara activamente en preparar la sopa,
o pasivamente, en ser parte de ella. Varias indigestiones después, los salvajes
intentaron enseñarle al civilizado a recoger vegetales comestibles. En la
primera excursión Las Puertas descubrió las frutas con estricnina, que causa
una rápida muerte en medio de horribles convulsiones. En los velorios que
siguieron se discutieron otras posibilidades de trabajo para el forastero. Las
Puertas salió de caza con los demás hombres. Asustados éstos de su mala
puntería con el pistolón y la lanza, lo enviaron a recoger leña con las
mujeres.
Habiendo comprobado que la recolección de leña disminuía en
lugar de aumentar, el jefe lo desvinculó de la tarea y lo envió a pasear a los
perros (aún en medio de la selva, los perros necesitan pasear).
Una severa alergia, con erupción y dificultad respiratoria, afectó a los
perros. Luego de eso, el jefe lo envió a entretener a los niños. Fue ese un
gran acierto, ya que esa fue la única de todas las misiones encomendadas en que
el Héroe Nacional se sintió a sus anchas. Los niños y él se llevaron de
maravillas desde el primer día, y de esa manera habría de surgir uno de los
grandes aportes de Las Puertas a la cultura indígena que lo recibió. Un día en
que los niños acudieron a Las Puertas para que los divirtiera, éste decidió
fabricar un arco y unas flechas primitivas para ellos. Las criaturas
disfrutaron del juguete, y cuando los guerreros volvieron de la selva se
mostraron igualmente entusiasmados con el novedoso artefacto, al que adoptaron
de inmediato. El historiador Salvatierra y otros opinan de este incidente que
la influencia de Las Puertas permitió a los indios adelantar en 200 años su
nivel cultural. Los historiadores revisionistas lamentan sin embargo que el
invento haya permitido a los indios guatepeoreños eliminar a numerosas tribus
vecinas.
Hubo otros conocimientos adquiridos por los indios al
contacto con un exponente de la civilización. Intentando curar a una india
constipada con savia de un árbol, Las Puertas descubrió los efectos del curare,
veneno mortal que desde entonces los indígenas del Amazonas usaron para
envenenar sus flechas.
En una ocasión Las Puertas intentó abandonar a los indios
guatepeoreños y volver a España. Luego de unas horas en la selva lo capturaron
indios de otra tribu, los mandiguníes, y lo tuvieron preso por días. Pudo
escapar, y fue hallado por un grupo de soldados portugueses que lo confundieron
con un indio. Primero abrieron fuego sobre él, pero luego pudieron reconocer que
era español, y entonces lo desnudaron, robaron sus provisiones, lo molieron a
palos y lo abandonaron a las fieras atado a un árbol. Las Puertas, desengañado,
logró desatarse y decidió volver con los indios guatepeoreños, que después de
todo no parecían tan mala gente.
Las Puertas se dedicó con ahínco a la tarea de civilizar a
los indios. A falta de ciencias, les enseñó danzas, juegos y canciones vulgares
europeas, y fabricó para ellos dados y naipes. Con unas ramas y un cuero de
agutì les enseñó los rudimentos de una corrida de toros. En poco tiempo los
indios de toda la región lo reconocieron como jefe indiscutido de todos ellos. La
convergencia cultural hispano-americana pudo imponer estos avances por las
buenas o no a las tribus vecinas, exterminando a aquellas reacias al cambio.
El oro, las pedrerías y otras mercancías incautadas a las
tribus sometidas fueron utilizados por Las Puertas para intercambiarlas en los
lugares civilizados por armas de fuego, cuchillos, tabaco, bebidas y semillas.
No habiendo olvidado Las Puertas su vocación médica, hizo traer también
numerosas medicinas, incluso las necesarias para combatir las enfermedades
venéreas europeas que él mismo, involuntariamente, propagara. Con la ayuda de
las armas y enfermedades adquiridas los guatepeoreños acabaron definitivamente
con la hostilidad de los mandiguníes y los vendieron como esclavos a los
españoles. Las Puertas quiso ser generoso con sus nobles enemigos vencidos, y
en su honor dio al poblado de su tribu y al río cercano el nombre de Mandiguní,
llamando Condado de Guatepeor a la totalidad del territorio.
Las Puertas terminó con la costumbre indígena de vivir y
dormir bajo un árbol, y enseñó a los indios la mayor seguridad y otras ventajas
de habitar bajo una enredadera. Entre otros avances, se abrieron las puertas (es
un decir) a los inmigrantes europeos, que construyeron las
primeras viviendas.
Durante estos años se forjó la base de nuestra actual
república occidental. Se empezó a cultivar
maíz y otros productos. Las cosechas permitieron comerciar con los
vecinos y recompensar a los indios trabajadores con los marlos de maíz que
comían para sobrevivir.
Las Puertas, convertido en conde de Guatepeor, gobernó
pacíficamente por más de veinte años, abandonando de a poco la idea de regresar
a España a casarse con Esperanza.
Las Puestas, ya anciano, murió durante los preparativos para
una cacería de monos. Al parecer estaba usando su viejo y oxidado pistolón para
partir un coco, cuando el arma se le disparó accidentalmente y lo mató en el
acto.
La veneración que nuestro pueblo profesa al Héroe Nacional
es tan grande que hoy en día el nombre de Las Puertas se perpetúa en calles,
avenidas, barrios, distritos, ciudades, plazas, museos, puentes y cursos de
agua. A tal punto llega nuestro patriotismo que es cosa corriente confundir los
domicilios de la gente, las ciudades y aún las provincias en que viven, ya que todo
se llama Las Puertas, o si no Conde Las Puertas, Fundador Las Puertas, Héroe
Las Puertas, Las Puertas a secas, Calle Las Puertas, etc. A resolver estas
confusiones no contribuye la gran cantidad de gente que se apellida Las
Puertas, mezcla de la numerosa descendencia del prócer con los admiradores que dejaron
su apellido original por el del Héroe. Y si no son Las Puertas, son Portones,
Puertos, Puerta, Porta, Portales y Postigos.
Las Puertas se tendría que haber quedado en
España con su novia, casarse y formar una familia normal. Y qué clase de Héroe
Nacional tiene tantas novias. Y eso de vivir con los indios durmiendo bajo un
árbol es una locura. Algunas de sus mujeres pasaron a la historia por haber
estado un rato con él. Yo creo que eso no es ningún mérito. Más vale buen
marido en mano que Héroe volando.
A mí que me perdonen, pero eso de fundar un
país nuevo en el c… del mundo no me parece gran cosa.
Y cuánto gana un Héroe Nacional? No creo
que mucho. Mi cuñado es empleado público, está sentado todo el día, con aire
acondicionado, y gana para comer todo el mes. Y tiene vacaciones, aguinaldo,
plan de salud y todo. Ni mosquitos, ni
caníbales, ni yacarés, ni viajar en un barco peligroso.
Si hubiera sido por mí, Colón se hubiera
quedado en la casa tirando barquitos de papel en la bañadera, y ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario