Décimo Las Puertas era, pese a su nombre, el hijo mayor del
Héroe Nacional, y en carácter de tal heredó el título de Conde de Guatepeor. No
heredó, en cambio, la nobleza, generosidad, habilidad práctica, brillantez
política y lúcida inteligencia de su padre. Ni siquiera ostentaba sus mismos
rasgos físicos, ya que era bajo, debilucho, de ojos rasgados, moreno y
tartamudo.
Su primera medida de gobierno como Conde de Guatepeor fue
transformar el país en Ducado, y adjudicarse él el título de Duque. Transformó
al efecto la casa familiar de Las Puertas, antigua enredadera india, en Casa de
Gobierno del Ducado, para lo cual fue ampliada, refaccionada y pintada de color
caqui. Fue la única casa pintada del pueblo y del país durante muchos años, de
lo cual derivó el nombre de Palacio Pintado. También se lo llamaba Palacio
Caquiado, y despectivamente, algo parecido.
Hoy día nuestro país es avanzado y líder regional
consustanciado con los beneficios del año 2015, y hay algunas otras casas
pintadas, además del Palacio. Aunque cabe decir que el Palacio
Pintado ya está bastante despintado, porque 400 años no pasaron en vano.
Décimo Las Puertas tuvo que enfrentar las aspiraciones de
sus hermanos a compartir el poder, ya que el Héroe Nacional no había
establecido claramente las funciones que asignaba a sus hijos en el gobierno
del país.
Los hermanos de Décimo eran, de mayor a menor, Noveno,
Octavio, Septimio, Sexto, Quinta, Cuarta, Novamás y Bastaparamí.
Octavio, que tenía un libro de Derecho Romano, asumió las
funciones judiciales. Septimio se ocupó de las finanzas del Ducado, ya que
siempre se vanagloriaba de saber las dos operaciones aritméticas (creyó
durante mucho tiempo que las otras dos eran un invento de sus enemigos para confundirlo
y desprestigiarlo). Sexto, por expreso deseo de su madre, había
heredado el Palacio Pintado. Quinta, que siempre se había ocupado de las
cuestiones domésticas, era incondicionalmente reconocida como ama por los
esclavos de la casa, y cuando fue necesario enfrentar disturbios éstos se
encargaron de mantener el orden. Esto convirtió en la práctica a Quinta en la
jefa de la única tropa del país. Cuarta, la preferida de su padre, era
propietaria exclusiva de varias haciendas ganaderas situadas en el Valle
Central de Guatepeor, por lo cual disponía de una renta considerable. Novamás
tenía gran predicamento entre sus hermanos, ya que había sido elegido por su
padre para cursar estudios eclesiásticos en Lima, y era muy piadoso. Por último
estaba Bastaparamí, quien por su corta edad lograba imponer sus caprichos a los
demás hermanos.
Este panorama refleja, en parte, la desorientación que
dominaba en el pequeño estado Guatepeoreño a la muerta de su fundador. Como era
de esperar, los hermanos entraron en agudo conflicto.
Siempre que Décimo quiso tomar alguna medida de gobierno,
sus hermanos se opusieron a cuánto perjudicara sus intereses. Octavio
encontraba siempre cuestiones legales para objetar en cada proyecto, Septimio
se oponía a todo aquello que generara gastos, Sexto no dejaba entrar extraños
al Palacio Pintado, Quinta retaceaba la ayuda de los esclavos, Cuarta privaba
de carne a las ollas del Palacio, Novamás defendía la moral y la fé y Bastaparamí
interrumpía las deliberaciones llorando por cualquier motivo.
Afectado de los nervios por tantos inconvenientes, Décimo decidió
tomarse unas vacaciones en Asunción, dejando el Ducado provisoriamente en manos
de Octavio. Poco después de asumir el mando, y después de intentar en vano
familiarizarse con las tareas administrativas necesarias, Octavio decidió
emprender viaje a Buenos Aires a visitar a unas tías, dejando a cargo del
gobierno a Septimio. Este era el hermano que se hallaba en peores relaciones
con los demás, por lo que la situación empezó a desmejorar. Sus hermanos
coincidieron por una vez en aliarse en su contra, por lo cual iniciaron la
formación de un ejército, el primero con que contó Guatepeor. Los esclavos del
Palacio fueron armados con palos y organizados en batallones al frente de los
cuales se pusieron oficiales pagados con fondos del Ducado, extraídos clandestinamente
de la bolsa del propio Septimio.
Septimio quiso transformar el Ducado en Reino, con el oscuro
fin de desplazar del poder a su hermano, el ausente Duque Décimo. Para ello
preparó una ceremonia de coronación en la que no se descuidaría ningún detalle
para deslumbrar a los ciudadanos y realzar la importancia del evento. El plan
fracasó cuando el futuro rey descubrió el robo de la Tesorería Ducal,
ya que en la bolsa que merecía tal nombre sus hermanos habían dejado sólo el
ojo de vidrio que allí escondía Septimio. Cuando éste increpó a sus hermanos
por el robo, Sexto ordenó a los esclavos que lo capturaran y lo deportaran a
una ciudad lejana, asumiendo él mismo el Ducado.
Dado la ausencia total de dinero para hacer frente a los
gastos del gobierno, Sexto impuso el "Puertín" como moneda oficial,
siendo los primeros billetes manuscritos por su secretario. Para respaldar esta
emisión, los esclavos del Palacio recorrieron las casas de Mandiguní y algunos
poblados vecinos recaudando bienes a manera de impuesto. En el corral del
Palacio se fueron acumulando cerdos, caballos, gallinas, hortalizas, prendas de
vestir, armas y joyas, valores éstos que eran intercambiables por puertines
según el libre criterio del indio Guatepeoreño Tuyutí, Removedor del Estiércol
del Establo Ducal y Primer Ministro de Economía del país.
En una histórica sobremesa familiar en la noche del 2 de
febrero de 1622, los hermanos Sexto, Quinta, Cuarta, Novamás y Bastaparamí
discutieron el futuro del naciente Estado. En la importante reunión
participaron también los esclavos del Palacio Pintado, oficiales del ejército
que custodiaba las puertas, los novios de Quinta y Cuarta, amigos de la familia
que se hallaban de visita, y algunos vecinos con tiempo libre.
Los criterios eran dispares. Sexto pretendía aprovechar los
preparativos de la coronación de Septimio para asumir el cargo de Emperador de
Guatepeor. Quinta propugnaba un gobierno democrático, Cuarta defendía la
incorporación a algún Estado vecino, Novamás quería dividir el país en siete
estados soberanos, uno para cada hermano, y Bastaparamí pretendía poner a todos
los habitantes en una gran ronda para jugar juntos. Dado lo avanzado de la hora
no se arribó a una definición permanente, pero se decidió nombrar un
Administrador General Provisorio para resolver las cuestiones más urgentes. La
elección recayó en Benjamín Pedrosa, un comedido que nadie sabía quien había
invitado a la reunión, pero que se había presentado a la reunión con una cabeza
cortada bajo el brazo. Esta invitación a jugar al fútbol era difícil de
rechazar, y como habitualmente el dueño de la pelota manda, a Pedrosa se le
concedió todo lo que pedía.
El astuto Administrador supo intermediar entre los intereses
de los hermanos con singular maestría, y logró así afianzarse en el cargo.
Al poco tiempo los hermanos Las Puertas, liberados de las
tediosas discusiones y tareas administrativas, dieron carta blanca a Pedrosa
para manejar el gobierno del Ducado (o Condado, o Reino, o Imperio)
como mejor le cuadrase, cosa que aquel no se hizo repetir dos veces.
De los hermanos Décimo y Octavio no se supo nunca más nada.
Al parecer Décimo y su comitiva fueron muertos por los indios guaraníes antes
de llegar a Asunción. Se cree que Octavio intentó varias veces retornar desde
Buenos Aires hacia Guatepeor, pero nunca pudo hallar el camino. Novamás emprendió el programado viaje a Lima, pero fue capturado por unos indios reducidores de cabezas, y nunca se supo más nada de él salvo en las vitrinas del museo. Bastaparamí pretendió durante un tiempo suceder a su padre, pero finalmente abandonó
la política para dedicarse a la danza folklórica.
No tiene nada de malo la danza folklórica.
Mi tía Betina da clases en su casa, tiene muchos alumnos y la pasan bomba. La
política es una porquería. En ninguna fiesta invitan a un político a dar un
discurso, en cambio seguro que ponen música y todos bailan. Políticos… bah!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario